A nivel nutricional, no desayunar es un error, ya que puede provocar un rendimiento físico e intelectual inferior, y no ayuda a perder peso. Al contrario, diversos estudios relacionan la falta de un desayuno completo con índices más altos de obesidad. La primera comida del día debe aportar entre el 20% y el 25% de las calorías totales, aunque este porcentaje se puede repartir entre el desayuno y un pequeño almuerzo a media mañana. Para conseguir un desayuno equilibrado, es importante ir variando su contenido a lo largo de la semana e incluir siempre al menos tres grupos de alimentos distintos: lácteos, cereales y fruta. Además, es muy recomendable complementarlos con pequeñas raciones de otros alimentos que sean fuente de proteínas y grasas insaturadas, como el huevo, los frutos secos, fiambres magros o aceite de oliva. Es también cuando debemos proporcionar al cuerpo una cantidad importante de minerales, como calcio, magnesio y potasio, y vitaminas. El aporte energético del desayuno deberá ser acorde a las necesidades de cada persona, dependiendo del nivel de actividad. Los cereales como la avena y la cebada, además, ayudan a reducir la concentración de colesterol en sangre. Ya sea en el desayuno o en un tentempié a media mañana, es saludable incorporar alimentos como el huevo, frutos secos, tomate rallado o lonchas de un fiambre bajo en grasas, alternándolos a lo largo de la semana.