El dolor de rodillas puede llegar a limitar el día a día de muchas personas.
Aunque es habitual relacionar el desgaste de esta articulación con la edad y el envejecimiento, lo cierto es que también puede presentarse antes de los 50.
Lo que, a menudo, se ignora es que nuestros hábitos contribuyen al cuidado de las rodillas.
A medida que envejecemos, nuestras articulaciones, especialmente las rodillas, tienden a experimentar desafíos relacionados con el desgaste natural del cuerpo.
Estos desgastes no implican necesariamente estar condenado al dolor o tener que someterse a una intervención, hay mucho que podemos hacer para minimizar las molestias.
Siguiendo una alimentación saludable y equilibrada favorecemos la calidad del cartílago y otros tejidos que se encuentran en las rodillas.
El peso tiene un efecto mecánico directo sobre nuestras rodillas.
Cada kilo de más se traduce en 4 kilos de presión adicional sobre nuestras articulaciones de carga.
La rodilla artrósica pierde rango de movimiento de forma progresiva y, aunque esto no es completamente reversible, debemos esforzarnos en mantener la mayor movilidad y flexibilidad de nuestras articulaciones posible.
En estos pacientes se puede disminuir la presión en el compartimento afecto, medial o lateral, respectivamente, colocando una cuña sobreelevada en la plantilla o en la suela del zapato.
Con frecuencia estos pacientes presentan además lesiones combinadas de ligamentos, menisco o de desalineación por lo que cada caso debe analizarse individualmente.