La ansiedad es una reacción humana natural que afecta a la mente y al cuerpo.
Es un sistema de alarma que se activa cuando una persona percibe un peligro o una amenaza.
Algunos de los síntomas más comunes de la ansiedad son: malestar emocional, sensación de ahogo, pensamientos rumiativos, dificultad a la hora de dormir y molestias físicas.
Ignorar o no tratar la ansiedad puede tener consecuencias negativas a largo plazo.
La ansiedad no gestionada puede aumentar el riesgo de desarrollar trastornos de salud mental más graves, como la depresión.
Además, puede impactar en la autoestima y la confianza en uno mismo, limitando las oportunidades y experiencias de vida.
Las relaciones interpersonales también pueden verse afectadas, ya que la ansiedad puede dificultar la comunicación efectiva y la conexión emocional con los demás.
La calidad de vida también disminuye cuando la ansiedad no se aborda.
Las actividades que antes eran disfrutadas pueden perder su atractivo, y la sensación constante de preocupación puede erosionar el sentido de alegría y satisfacción.
Es evidente que tratar la ansiedad de manera adecuada es esencial para preservar el bienestar y la salud mental a largo plazo.
A menudo confundimos la ansiedad con el miedo, pero realmente son diferentes.
El miedo es una respuesta básica, automática, a un objeto, situación o circunstancia específica que implica el reconocimiento de un peligro real.
Ambas emociones, son necesarias para garantizar nuestra supervivencia, pero, resultan problemáticas cuando se convierten en reacciones excesivas, persistentes e irreales a situaciones normales.