Los síntomas más comunes son secreción y congestión nasal, estornudos, dolor de garganta, tos y dolor de cabeza.
Se pueden presentar otros síntomas como cansancio y pérdida de apetito.
Si los síntomas duran más de 1 semana.
Se presentan dificultades para respirar.
Aparecen placas de pus en la garganta y/o secreciones nasales o esputos con color amarillento y espeso.
La fiebre supera los 38ºC o dura más de 3 días.
Hay dolor intenso de oídos o en el pecho, dificultades para tragar o molestias en músculos y/o articulaciones.
Se pertenece a un grupo de riesgo: (bebés menores de 2 años), mujeres embarazadas o en periodo de lactancia o pacientes con enfermedades respiratorias u otras patologías crónicas como diabetes, enfermedades cardíacas, renales, hepáticas, inmunitarias…
Evitar el contacto con personas que estén resfriadas.
Seguir una alimentación equilibrada, rica en alimentos con muchas vitaminas y minerales, como frutas y verduras.
Consumir sobre todo alimentos ricos en vitamina C, que ayudarán a mantener las defensas.
Utilizar ropa abrigada en el exterior y evitar llevar la ropa mojada.
Mantener unos hábitos de higiene diarios (lavarse las manos, ventilar las habitaciones cerradas, toser tapándose la boca o en dirección contraria a la gente, utilizar pañuelos desechables…), para evitar los contagios.
Usar desinfectantes para limpiar las superficies que hayan podido tocar personas resfriadas.
Practicar ejercicio físico regularmente.
No abusar de los antibióticos ya que la mayoría de infecciones son víricas.
Utilizarlos solo si lo recomienda el médico.
Mantener la temperatura interior a unos 20ºC, sin subirla demasiado para evitar los cambios bruscos con el exterior.
Evitar los ambientes cargados de humo de tabaco.
Descansar todo lo que se pueda.
Beber mucho líquido (agua, tés, zumos…).
Usar un sistema de humidificación para evitar que se resequen las vías aéreas.